GRAN CANARIA EN SU ENCRUCIJADA

GRAN CANARIA EN SU ENCRUCIJADA

domingo, 7 de febrero de 2010

AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR Y A NARDY BARRIOS LO QUE SE HA GANADO

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GRAN CANARIA EN SU ENCRUCIJADA (y LXXIV -74-)

AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR Y A NARDY BARRIOS LO QUE SE HA GANADO
Cuando Jerónimo Saavedra se hizo cargo del bastón de mando de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a mediados de 2007, en la tercera decena del mes de junio del citado año le dirigí un escrito pidiéndole que completara la magnífica obra de remozamiento del corazón de la ciudad que había efectuado su antecesora en el cargo, Josefa Luzardo, dándole el ineludible toque humano mediante la dotación de bancos que son los que tienen, dentro del mobiliario urbano, la incidencia más directa y personal en el viandante, especialmente el viejo y la madre cargada de indomables chiquillos, dando así cumplimiento al “PRIMERO LAS PERSONAS” de su campaña electoral. Mi petición al flamante alcalde fue contestada por quien don Jerónimo había encargado el cometido de los asuntos ciudadanos de esta índole, entre otros no de menos importancia, es decir, a la persona dirigente de su socio político “COMPROMISO”, la señora Nardy Barrios, por tanto, fue la señora Barrios quien contestó a mi petición, diciéndome que “estaban en ello”.
Bien, han pasado dos años largos y hoy podemos decir que es una realidad el que casi todo el corazón de la ciudad disponga de bancos donde el ciudadano pueda tomarse un respiro, tanto si es en el transcurso de un paseo cotidiano como si se trata de hacer un receso para definir hacia dónde orientar los pasos. Incluso podemos ya sentirnos aliviados al ver que a Lolita Pluma, además de perpetuarla por medio de una estatua bien acompañada por amigos del hombre, aunque sean gatos y no perros, se le ha vuelto a colocar bancos en su entorno para que la gente, propios y extraños, se paren, se sienten, la miren, recapaciten y se interesen un poco por quien fue Lolita Pluma y el porqué del monumento. No olvidemos que Lolita fue dejada ‘huérfana’ de bancos y quienquiera que ‘matara al mensajero’ quitándoselos en su día, pues siempre estuvieron allí antes de colocar la estatua, no fue muy afortunado precisamente, especialmente si se hizo con la intención de negar al desheredado de la calle incluso una dura piedra donde echarse una cabezadita. De todas maneras, lo pasado ya se fue, pasado está y la realidad es que ahora el Parque vuelve a tener bancos que, sin duda, le han devuelto parte del sello humano que perdió cuando hicieron la ‘redada’ y lo dejaron ‘desértico’. Ahora sólo necesita una cuba de agua con asiduidad que lo mantenga limpio, especialmente los puntos donde algún que otro indigente encuentra su único ‘hogar’ sobre nuestro opulento mundo ya que, si es eso todo lo que les queda, corresponde respetárselo pues no tiene mucho sentido que les hagamos monumentos después de muertos -caso Lolita Pluma- y seamos tacaños en proporcionarles un mínimo de higiene a sus ‘habitáculos’, no precisamente para endulzarle la vista a propios y extraños por la penosa imagen que dan esos puntos del Parque sino también para dar algo de limpieza digna al desafortunado, porque, en contra de lo que no pocos opinan, su ‘bienestar’ no pasa precisamente por recluirlo en contra de su voluntad.

Continuando con el asunto ‘bancario’, es lógico que nunca llueva a gusto de todos, así es que no podían faltar quienes critiquen que los bancos son blancos, negros o ‘coloraos’ porque lo importante es “al enemigo político ni agua” e incordiar, tanto si se hacen las cosas como si no se hacen; por consiguiente, y dado que hasta el siglo XXI no hemos dotado a la ciudad de suficientes bancos para relax de la ciudadanía, a título de comentario, quiero decirle a quien o quienes -porque siempre resultan ser un puñado los que gritan- que si critican la instalación de un banco, tanto si es de piedra, madera, hierro fundido, cobre o plata es porque nunca han sentido la necesidad de un respiro en la caminata a través del asfalto, caso de los mayores, el éxtasis de contemplar el paso de una gaviota cuando se retira buscando su rincón nocturno, la mirada de la madre que, desde su banco, contempla como su criatura va creciendo y creciendo día a día, esa maravillosa sensación que debe sentir una madre viendo progresar a su retoño o, ¿cómo no? -casi se me olvidaba, lo que hacen los años- esa pareja de enamorados de 14 años, de 20, de 22 [salto hacia los sesenta porque entremedio hay más ambición que romanticismo], de 60, de 70 y más años, que encuentran en el banco ese sitio y momento que se contabilizan como los ratos felices -también infelices, por supuesto, en no pocos casos- de nuestra vida.
Como testimonio de lo que acabo de escribir, ahí tenemos la calle Mayor de Triana en la que podemos notar la enorme diferencia que existe entre el hoy y el ayer, de hace sólo unos cuantos años, en confluencia, hoy mucho mayor, de la ciudadanía entre la que se encuentra el viejo, el menos viejo, el joven y el adolescente, sin faltar los pequeños. Creo que no es excesivo el afirmar que esta calle ha pasado a ser la calle de antaño de nuestros abuelos como punto de encuentro de nuestra ciudad donde de forma habitual y cotidiana confluyen las tres generaciones de sus habitantes. ¿Y cuál ha sido la causa de esa enorme diferencia entre el ayer y el hoy? Bancos, simplemente bancos; sólo el haber multiplicado por tres los asientos en bancos para el disfrute de la ciudadanía ha conllevado a que ahora podemos ver en esa calle la enorme cantidad de personas de todas las edades que pasean o están sentadas disfrutando de su agradable ambiente que, a consecuencia de demasiadas zarandajas y de obcecaciones en cosas accesorias, había perdido parte de su significado histórico porque se obvió lo básico: centrarse en lo que necesita el ciudadano para sentirse cómodo y a gusto en su ciudad y eso no es ni más ni menos que sea no sólo ornamental sino además, y sobre todo, humanizada. Eso se ha conseguido en esta calle con la reciente instalación de gran número de bancos, sin más, y no precisamente debido al costoso cambio del pavimento o los raíles de “La Pepa”.
En definitiva: el banco no es un trasto más en medio de la vía pública sino un ornamento imprescindible para que el ciudadano sienta ganas y necesidad de salir de su ‘agujero’ y disfrutar de su ciudad.
Limitándome al corazón de la ciudad porque no me es posible profundizar en sus numerosos barrios, puedo decir y lo digo: el COMPROMISO con el que se ligó la señora Barrios con el firmante de este escrito hace ahora algo más de dos años está cumplido. Ahora sólo hace falta ‘hincarle el diente’ a la Avenida, cosa que, como quiera que no es del mismo calado que la devolución de la Base Naval a la ciudad por parte del Estado, no creo que Costas, o la Autoridad Portuaria [no sé cuál de los dos entes es el competente o el incompetente en este caso] dejen ‘comer’ si ellos no están por la labor de hacerlo y autoricen al Ayuntamiento para que pueda ocuparse de la instalación de bancos y jardineras en el paseo. Si el asunto es competencia de Costas se supone que también es parte del Reino y no es un ente galáctico. Si se trata que la jurisdicción es de la Autoridad Portuaria, no estaría de más que dejen hacer a otros lo que ellos llevan ya demasiados años sin hacer y es simplemente dotar de bancos y jardineras a nuestro magnífico balcón al mar.
Ahora sólo tres palabras a Nardy Barrios: ‘CHAPÓ’, SEÑORA, GRACIAS.
Mismo artículo con información gráfica en mi página web: http://danielgarzonluna.blogspot.com/
Las Palmas de Gran Canaria, 5 de febrero de 2010.
Daniel Garzón Luna