GRAN CANARIA EN SU ENCRUCIJADA

GRAN CANARIA EN SU ENCRUCIJADA

viernes, 7 de septiembre de 2007

LOS VUELOS DE BAJO COSTE Y NUESTRA INCORREGIBLE INERCIA DETRACTORA







LOS VUELOS DE BAJO COSTE Y NUESTRA INCORREGIBLE INERCIA DETRACTORA
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De un tiempo a esta parte se vienen vertiendo comentarios en los medios de comunicación sobre la modalidad del transporte aéreo denominada “low cost” o de bajo coste que muestran un rechazo a esta concepto de transporte, llegando en algunos casos a vaticinarse que este medio de transporte barato nos va a llenar la Isla con el turismo del más bajo poder adquisitivo de toda Europa y que la seguridad en estos tipos de vuelos es más que cuestionable. No comparto ese criterio negativo sobre los mencionados vuelos y a continuación expongo el porqué.

Como es bien sabido, y el que no lo sepa es porque su indolencia no le permite el mirar a su alrededor dentro del contexto del Archipiélago y verlo, Gran Canaria ha perdido desde hace más de una década la relevancia entre las siete islas que le caracterizó desde tiempos pretéritos, pérdida ésta que tiene sus extremos en lo político y en lo económico, los dos factores que marchan en paralelo y marcan nuestro bienestar o zozobra, según confluyan en una armonía bien llevada. Esta situación a la que ha llegado Gran Canaria en la pérdida de liderazgo en el Archipiélago no ha sido gratuita, tiene razones que la han originado y entre esas razones se encuentra nuestro incorregible defecto de torpedear por sistema toda iniciativa, buena o mala, que cualquier ciudadano grancanario ponga en marcha, tanto si la iniciativa tiene trasfondo político como si no; nuestro mal no es discrepar pues de una confrontación de ideas salen a veces cosas buenas; lo nuestro es torpedear, bloquear, detraer, descalificar y trabar el desarrollo de cualquier iniciativa que no haya salido de uno mismo, condenando así a importantísimos proyectos del máximo interés para la Isla al ostracismo y a que se pudran con el transcurrir del tiempo; lo mismo da que se trate de un puerto deportivo para cuyo torpedeo siempre habrá el ‘nido’ de un pez en el agua a proteger que justifique la paralización del proyecto, un campo de golf que queda paralizado y cuestionado por eso del consumo de agua -a pesar de las ingentes masas de agua depuradas que se vierten al mar de las que se prevé regar todo campo de golf de proyecto nuevo- o el permanentemente demonizado sector turístico que, a pesar de representar el sustento, directa o indirectamente, del 80% de la población de la Isla, no llegando a consumir en tan altísimo logro ni siquiera el 2% de su territorio, se le señala como el causante de todos nuestros males, depredador de suelo y principal causante de la corrupción urbanística, entre otras ‘lindezas’.

La inevitable entrada en el mercado por mera inercia de las reglas de la oferta y la demanda del transporte aéreo del ‘low cost’ en Gran Canaria no podía ser de otra manera; no están faltando los detractores de turno que pongan en cuestión la idoneidad de facilitar la entrada de un transporte aéreo barato en la Isla, obviando, por falta de información o por pura ignorancia, que ese tipo de transporte lleva décadas funcionando en otros países, como es el caso de los EE.UU. con sus ‘tranvías’ aéreos que revolucionaron el transporte aéreo que pasó de ser un medio de transporte de élite a un medio de transporte de masas, y eso en un país en el que el transporte terrestre y fluvial, tanto por carretera como por tren o barco, lo tiene a discreción, caso que no se da en Gran Canaria donde quienquiera que hoy en día quiera venir a pasar sus vacaciones en esta Isla tiene que hacerlo por avión o, también, en su yate particular si de un potentado se trata, siempre y cuando encuentre atraque disponible donde dar cobijo a su barco que eso ya son cuestiones de mayor calado.

Por tanto, voy a relatar en síntesis la influencia que, a mi criterio, ha tenido el transporte aéreo en nuestro desarrollo turístico desde finales de los años sesenta para acá:

Hasta finales de la década de los sesenta el incipiente turismo que recibíamos tenía que venir utilizando las líneas aéreas regulares de bandera de los distintos países europeos. Estas líneas aéreas regulares, entre las que se encontraba Iberia, ejercieron durante demasiados años, con el ilimitado apoyo y soporte de sus respectivos gobiernos, una dictadura comercial férrea sobre el mercado aéreo de toda Europa. Canarias, que nunca peleó lo suficiente en pro de una política estatal de cielo abierto en base a su lejanía y su dependencia exclusiva del transporte aéreo para potenciar nuestra economía y desarrollo turístico, sufrió con muchísima más dureza que otras regiones españolas esta nefasta dependencia de las líneas regulares de bandera para ir materializando ese desarrollo.

No obstante, a finales de los años sesenta entraron en escena emprendedores nórdicos y alemanes, especialmente, con gran visión vanguardista que supieron romper la ‘camisa de fuerza’ que las líneas de bandera tenían impuesta al mercado aéreo e iniciaron los llamados vuelos “charter”, vuelos éstos que, por imposición del club de las citadas líneas de bandera europeas, no podían vender sólo vuelo sino que tenían que ir acompañados de alojamiento, lo que en el argot turístico se le denominaba “paquete turístico” (vuelo, alojamiento y pensión alimenticia en casi todos los casos). Así comenzaron a funcionar los vuelos “charter”, modalidad que permitía al ciudadano corriente y moliente europeo el desplazarse a Gran Canaria de vacaciones por un precio del “paquete turístico” que solía ser inferior al que tendría que pagar a una línea aérea regular sólo por el billete, con el agravante, además, de tener que hacer escala o trasbordo en Madrid ya que desde pocos puntos de Europa se podía volar directamente a Gran Canaria con línea regular. Esta tímida revolución del transporte aéreo europeo tropezó con innumerables detractores, tanto por parte de quienes pensaban que nos iban a venir a pasar aquí sus vacaciones todos los desheredados de Europa como por aquellos clientes elitistas y cargados de prejuicios sociales que basaban su rechazo a utilizar un medio de transporte en cuyo asiento de al lado pudiera toparse con su asistenta de limpieza, rechazo que pronto desapareció cuando entró en juego el siempre convincente factor precio, la comodidad del vuelo directo y, además, el poder volar de un aeropuerto cercano a sus domicilios; huelga el mencionar el sofoco que cogieron los altos dirigentes de las privilegiadas líneas de bandera. Así fueron, en pocas palabras, los comienzos de esa tímida revolución del transporte aéreo de masas en Europa que conllevó a la entrada en escena de turoperadores a gran escala y propició, en lo que a Gran Canaria se refiere, el más espectacular desarrollo económico que ha experimentado nuestra Isla en toda su historia.

En la actualidad la actividad turística está viviendo a escala europea una de las más brillantes etapas en posibilidades de expansión de todos los tiempos, especialmente para los destinos lejanos receptores de turismo entre los que podemos contarnos por nuestra distancia de cuatro horas y media de vuelo de Centroeuropa; el abaratamiento del precio del billete aéreo, que ha venido de la mano de la liberalización del espacio aéreo comunitario y después de la saludable competencia entre las líneas aéreas como resultado de la política de libre mercado aplicada, ha hecho posible que cualquier ciudadano europeo adquiera en cualquier aeropuerto de su país, con frecuencia muy cercano a su domicilio, un billete aéreo para Gran Canaria a muy bajo precio, sólo billete si su deseo no es comprar un “paquete” con alojamiento predeterminado incluido e incluso, si le apetece, haciendo su reserva directamente desde su domicilio vía Internet y sin obligación de pasar por la mediación de un agente de viajes. Esto es lo más grande que en toda la historia del turismo le ha podido ocurrir a la oferta del alojamiento. No obstante, no está dicho que gran parte del empresariado de la cama turística esté a la altura de sacarle todo el provecho que se le puede sacar a esa nueva situación del mercado del transporte aéreo y reaccione ante ella con iniciativa, entusiasmo e imaginación o prefiera permanecer anclado en la ‘sopa boba’ a que está acostumbrado desde décadas, firmando contratos con garantía –cada día menos habituales- de ocupación de sus camas con turoperadores que le relevan de la necesidad de tener que buscar los clientes ya que ‘papá turoperador’ se los trae sin tener que asumir grandes riesgos, cosa que resulta de lo más cómodo.

Por tanto, me causa estupor que, vencido el más grande de los obstáculos que siempre encontramos en nuestro crecimiento turístico que es el factor vuelos, aparezcan detractores de los vuelos de bajo coste con los más peregrinos argumentos. Es de general conocimiento que hoy en día todos los aviones pertenecientes a la Comunidad Europea tienen que pasar unos fuertes controles de seguridad, tanto si sus plazas se van a vender caras o regaladas, para obtener la pertinente autorización para seguir volando; además, y sobre todo, el solo hecho de que en el 2007 se pueda comprar un billete de avión Gran Canaria/Berlín ida y vuelta, por ejemplo, por la mitad del precio de los años sesenta, a pesar de la depreciación de la moneda a lo largo de cuarenta años y el aumento multiplicador del precio del crudo que pasó de doce dólares el barril en esa época a los setenta y cinco actuales, es un regalo del cielo, un verdadero milagro, todo ello gracias al libre mercado y la libre competencia.

No me queda más remedio que terminar lanzando un fuerte ¡hurra! por los vuelos de “low cost” que, asociados a las inmensas posibilidades que ofrece Internet, se convierten en todo un reto para el empresariado turístico gran canario.

Las Palmas de G.C., 5 de septiembre de 2007.

Daniel Garzón Luna

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