España, rebautizada “Este País” por los detractores subconscientes del concepto hispano, al uso desde tiempos prehistóricos, se encuentra en una situación que podríamos definir como comatosa, término que define a un enfermo que está pasando una crisis de salud grave pero que, con la ayuda de la medicina y, sobre todo, con su propia voluntad de sobreponerse a la enfermedad y al coma, puede salir adelante y recuperar sus constantes vitales. No hay visos de que caiga esa breva para España, alias “Este País”, porque no se dan los condicionantes para que eso ocurra ya que, en primer lugar, el ‘ Este País’ no pone nada de su parte, ha aceptado su enfermedad y situación comatosa como hecho consumado, irreversible e incurable y los ‘galenos’ que pueden suministrarle las pócimas adecuadas para alejar un funesto desenlace están en otros menesteres propios de sus andanzas políticas, lucros y enriquecimientos personales y ausentes de sus obligaciones para con el ‘Este País’. Su ciudadanía está sumida en el placentero letargo del dejar hacer y entregada al deporte nacional del sesteo. Los ‘galenos’ que pueden curar al enfermo no quieren ni les interesa hacerlo porque viven mejor teniendo al “Este País” enfermo, postrado e inerme para seguir hollándolo sin pudor y con el desprecio a su integridad territorial como el animal salvaje que holla y emporca la tierra que le da vida pero a la que no le tiene más apego que el instinto animal de arrancar su producto porque ‘piensa’, el animal, que la Madre Naturaleza, con su poder, siempre proveerá en el futuro por lo que es ‘ley natural’ que esté legitimado para devorar y emporcar todo lo que encuentra a su paso y toca.
¿Y qué tiene que ver este ‘rollo’ con la Dictadura?, se preguntará el lector. Mucho, muchísimo porque el “Este País” de hoy ya no es la España de tiempos inmemoriales. La Piel de Toro está descompuesta, desvertebrada, rota y sin Norte. Su situación es muy semejante a la España que en el 711 propició el desembarco del Islam en la Península Ibérica que sólo encontró la resistencia de unos defensores que, aunque más numerosos, estaban divididos por enfrentamientos fratricidas y podridos por la traición por lo que fueron relativamente fáciles de derrotar, en primera instancia, y someter a renglón seguido por las hordas que se sucedieron después de la citada derrota -la batalla del Guadalete- que comandó don Rodrigo, el vencido en la citada batalla y último rey visigodo, todo ello en el mentado año de 711.
El ‘Este País’ de hoy ha sido tomado legítimamente vía urnas por ‘hordas’ políticas que recibieron su biberón y se hicieron letradas en las instituciones de la Dictadura y se han repartido de forma inmisericorde lo que fue España de tal forma que el concepto de unidad nacional y solidaridad lógica, natural y obligada de cualquier nación de corte Occidental ha desaparecido de la mente de esos hijos de la Dictadura -con las honrosas excepciones de rigor como en toda regla- que son los que mayoritariamente vienen rigiendo los destinos del ‘Este País’. El que haga mención a “los destinos” y no “al destino” no es gratuito porque, ya convertida la Piel de Toro y sus islas anejas en las llamadas Autonomías y cada una de ellas campando por sus respetos a la manera en que los dirigentes de cada una ven las cosas desde sus terruños pueblerinos, resulta ya ocioso el hablar de una nación con un destino común de todos sus ciudadanos. Como ejemplo simple, de andar por casa y de fácil comprensión de hasta dónde ha llegado el desatino, hay infinidad de casos en que el patrón que define a cualquier utensilio producido en el mercado español no sigue un patrón estándar para todas las comunidades y hace inservible lo producido en una Comunidad para su utilización en otras -ha desaparecido la unidad de mercado- por lo que merma considerablemente su proyección y éxito en el mercado y, consecuentemente, su competitividad, y, rizando aún más el rizo de hasta dónde ha llegado ya el delirio nacional, se da ya la incongruencia de que hay que pagar a traductores para que las lenguas peninsulares de segunda y tercera fila tengan que ser traducidas al español en los eventos nacionales, bien en Las Cortes o en otros eventos de relevancia, despilfarro obsceno que bordea la demencia, además de ser un insulto a la lengua de Cervantes que hablan con orgullo y dignidad encomiable para lo hispano doscientos cincuenta millones de personas de la América Hispana además de los 44 millones de los ciudadanos de lo que fue España. En todo este proceso de gastos obscenos por doquier, donde no faltan alcaldes de pueblos y villorrios que se adjudican a sí mismos sueldos en nómina equiparables a los de un ministro de la Nación, el constatar que hay mayores que mueren abandonados en sus cubículos o viviendas, incluso en las propias calles, por falta de presupuesto para atender sus más esenciales necesidades, o retorcida burocracia para conseguir que se les conceda la necesaria ayuda económica, ya es para apagar la luz y dejar a todo el mundo a oscuras, en las tinieblas, que parece ser hacia dónde se encamina “Este País”.
Esta es, en síntesis, la realidad de la ancestral España, alias “Este País”, la nación del día de hoy que es a dónde la han llevado unos cien mil hijos letrados de la Dictadura que, a su sombra, se alfabetizaron y ya no tienen que firmar con el dedo pulgar como habían hecho sus ancestros y los del grueso de los españoles durante siglos; tomaron el biberón de ‘Pelargón’ de la cultura impartida por la Dictadura pero un espíritu malévolo les inoculó tanta leche agria en él que han gestionado la Nación con rencor y en beneficio propio y la han convertido en un “Este País” donde los dineros se difuminan en gastos superfluos, las empresas que se rigen por las habituales coordenadas empresariales sin la ‘teta amiga’ del Aparato de la política desaparecen por acogotamiento fiscal y burocrático, el dinero extranjero huye de “Este País” despavorido como alma que lleva el diablo, Gibraltar se infla como un globo ante el vacío de la nula presencia de España en sus aguas circundantes, aguas que ya tratan como propias deteniendo a patrullas de frontera de la Guardia Civil y planean su expansión hasta las mismísimas puertas del puerto de Algeciras, los bancos cobran por el oxígeno que los clientes que depositan en ellos sus ahorros respiran en sus locales y exigen vergonzosas e impúdicas garantías de propiedad universal para peticiones míseras de crédito, los parados ya son legiones millonarias sin perspectivas de que algún día puedan dejar las filas del paro, los indigentes que sobreviven en las calles se multiplican y la subsistencia de millones de ciudadanos ha pasado a depender de ONGS benéficas que, parece ser, son las únicas instituciones españolas que están dando la talla en la situación de crisis profunda en que está sumida España, la “Este País”, muchísimo más profunda, y sin perspectivas de recuperación, que la que padecen los países comunitarios de nuestro entorno. Por supuesto que hay razones de peso para que estas instituciones benéficas funcionen con la eficacia que lo están haciendo porque, aparte de que su lema es tan simple y natural como el de ayudar al necesitado, misión que cumplen a rajatablas cada día, no persiguen, además, fines políticos ni sus metas son populistas y electoreras. Toda una labor titánica desarrollada en silencia, sin aspavientos; un regalo del Cielo en los tiempos que corren.
Sí, no hay duda de ello, el Dictador nos la jugó como lo vemos día a día en los aconteceres de la España actual, alias ‘Este País’. Es absoluto el fracaso del Aparato político -alrededor de cien mil formados y forjados en sus universidades, escuelas estatales y privadas y más instituciones de la España de la Dictadura- elegidos en las urnas, y no pocos a dedo como ‘imprescindibles superdotados’ elegidos por los elegidos, que mueven nuestro destino. El biberón envenenado que dio la Dictadura en sus instituciones a los pomposamente llamados “Padres de la Patria” ha actuado como una bomba de relojería con espoleta de efectos retardados y han convertido lo que a lo largo de los siglos fue España en “Este País” y lo que antaño fueron provincias con administración política y administrativa centralizada en la capital de la Nación hoy son Comunidades Autónomas con casi tanta autonomía política como el propio Gobierno de la Nación, casi tanta como, tiempos ha, tuvieron los Reinos de Taifas que dieron origen a la descomposición del poderío islámico en la Península Ibérica y que culminó en su reembarque hacia África, lo que quedó de él, en el 1492 después de 781 años de presencia y dominio en la Piel de Toro. (Esta cita no es añoranza sino la constatación de a dónde llevó al poderío islámico en la Península su descomposición unitaria, una repetición casi calcada de la que motivó la desaparición de los visigodos. ¿Estamos en vías de que se repita la Historia?).
El concepto autonómico se ha digerido mal, se ha administrado peor y la descentralización administrativa que en sí era necesaria e imprescindible para que la Nación fuese mejor administrada en su conjunto y más competitiva en el durísimo libre mercado de Occidente en el que estamos encuadrados, se ha convertido en una desmesurada descentralización política que ha dado pie al desenterramiento de las sempiternas veleidades independentistas de los cuantos de siempre con toda la quiebra de la solidaridad nacional que ello significa y la descomposición de la unidad de la Nación.
¡Qué mala uva, Dictador, qué mala uva! Los que nacimos en la Guerra y nos tocó mamarnos las miserias de la postguerra no merecíamos esto. ¿Tan difícil hubiese sido poner un poco de buena leche, generosidad, desprendimiento y deseo de dedicación sincera y honesta al servicio de la comunidad y la Nación en los biberones de los cachorros de tu Dictadura que en su día tendrían que hacerse cargo del timón de esta nave durante siglos llamada España, la primera en unidad nacional de la Europa occidental? Estimo que la denominación de “Padres de la Patria”, que gratuitamente ellos mismos se han arrogado de motu proprio, exige un cambio inmediato porque no les cuadra la denominación de Padre ni el de Patria. Un Padre no destruye a su hijo, en este caso España, La Patria, ni mueve un solo músculo que convierta en apátridas a sus cuarenta y cuatro millones de hijos. Ahora ya ha lugar al interrogante: ¿Cuál de las 17 Españas, alias “Estos Países”, me va a ser adjudicado como mi Patria? Porque, sin la menor duda, ya saldrá el dictadorzuelo de turno que se arrogará la potestad de decidir quiénes pueden pertenecer a la Patria de Primer Orden, o a la de Segundo, Tercero o hasta el Décimo Séptimo Orden, y, SOBRE TODO, ¿Cuáles de las 17 Españas, alias “Estos Países”, van a defender a Ceuta, Melilla, Canarias y parar el expansionismo llanito sobre las aguas españolas del Estrecho de Gibraltar si se suscitara una emergencia de tipo bélico en los tres primeros supuestos y rifirrafes de continuo entre las policías de fronteras en el último?
Y por último, ¿qué ha sido de La Constitución -que tantísimo nos ilusionó a la inmensa mayoría de los españoles- y de los Poderes que tenían a su cargo el hacerla cumplir y respetar? ¿Se la llevó el viento? ¿En paradero desconocido? En todo caso, dudo mucho que se la haya podido llevar el viento porque después de ser ‘mojada’ un día sí y el otro también por tanta criatura letrada e iletrada en Historia de la ‘cosa’ pública no creo que su peso le permita al viento levantarla de los suelos por donde se encuentra, a menos que el viento sea huracanado a más de 150 Kms. por hora.
¡Menuda faena, General, menuda faena! ¡Vaya biberón! A los que nos tocó comernos el marrón de la Guerra de “Todos contra Todos” y la postguerra de las algarrobas no nos merecíamos este postre; este postre provoca, produce náuseas, hace vomitar.
(Información gráfica del “Biberón” en mi página Web).
Las Palmas de G.C., 8 de abril de 2010.
Daniel Garzón Luna
No hay comentarios:
Publicar un comentario