Jerónimo Saavedra, socialista individualista y no muy dado al seguidismo que caracteriza al gran mogollón de los políticos curtidores del desbarajuste que impera en la actualidad en la Piel de Toro e Islas adyacentes, ha vuelto a poner sobre el tapete la palabra maldita de la que los bien retribuidos hombres de ‘la cosa’ pública huyen como de la peste: LA CONSTRUCCIÓN TURÍSTICA. Se pueden contar con los dedos de la mano los políticos grancanarios que abiertamente, con luz y taquígrafo, delante de los micrófonos o las pantallas de televisión, tienen las agallas de decir al sufrido pueblo grancanario que hay que volver a abrir la mano en toda su extensión a la construcción de hoteles en Gran Canaria porque el crecimiento económico de nuestra Isla se limita al crecimiento de los sectores económicos TURISMO/CONSTRUCCIÓN como única salida posible a la situación de penuria económica, salida que será lenta, muy lenta porque se ha torpedeado y parado en seco la iniciativa privada en la línea de nuevos proyectos turísticos; el devolver nuevamente la confianza a los inversores tardará meses, muchos meses. Aparte del binomio Turismo/construcción, no tenemos ningún otro sector económico que esté en situación de crear puestos de trabajo en Gran Canaria de forma significativa, tanto si se trata de la agricultura, la pesca, la industria en general, el comercio o lo que se quiera escoger como nueva fuente de creación de empleo.
Ahora puede que se presente la siguiente pregunta: ¿Se puede saber qué es lo que le pasa a Jerónimo Saavedra con esto de derribar las leyes que frenan la construcción turística? ¿Acaso le es ajeno que su partido, el Partido Socialista Canario, es un defensor a ultranza del “ni una cama más” y del “crecimiento cero”? ¿No es el PSC uno de los partidos canarios que postulaban el recurso ante el Constitucional de la Ley de Medidas Urgentes con el argumento de que iba a permitir, la dicha Ley, que toda la Isla se llenara de hoteles? ¿Dónde quedaron los asesores turísticos del PSC que no pidieron que el Parlamento devolviese la Ley al Gobierno, no precisamente porque fuese a permitir que la Isla se llenara de hoteles, ‘gesta’ inversora imposible de materializar, sino porque con esa Ley, ese adefesio de Ley, estaba cantado que en Gran Canaria no se levantaría ni un solo hotel al amparo de las disposiciones en ella contenidas, más propias de la Yugoslavia de Tito que de una Comunidad Autónoma encuadrada en un régimen de libre mercado, y todo ello con la repercusión demoledora que ha tenido en la creación de puestos de trabajo. Por citar un ejemplo de lo absurdo de esta Ley cito que el pretender que la única posibilidad de construir un hotel de nuevo cuño en Canarias tiene que ser de una categoría superior a cinco estrellas y como hotel escuela, además de con un porcentaje determinado de alumnos en plantilla previa formación a cargo de la empresa inversora, sometido a unos controles de la Administración que incluso contempla el cierre del establecimiento ante infracciones graves -infracciones a determinar por el funcionario de turno, claro- es un insulto a la mentalidad pragmática empresarial y a los conceptos del libre mercado. La prueba de la efectividad de esta Ley es que no se ha construido hasta la fecha ni un solo hotel en Canarias de estas características en los dos años largos de vigencia de la Ley y es una aberración de lo racional el mantenerla numantinamente muy a sabiendas que con ello se sigue manteniendo cerrada la única puerta que puede meter un poco de aire fresco en la reactivación económica de Canarias. La pretensión de conseguir esa necesaria reactivación económica de la mano de la rehabilitación de la planta extrahotelera obsoleta es una quimera pues nadie invierte en obras en camas turísticas que no tienen mercado y, consecuentemente, no hay posibilidades de amortizar lo invertido y repartir beneficios. Por otro lado, no hay un solo banco que se arriesgue a dar créditos a este tipo de negocio en la actualidad y sin crédito bancario no hay rehabilitación.
Pero volviendo al motivo de este artículo que es don Jerónimo y sus declaraciones a la prensa, tengo que decir que una vez más don Jerónimo pone el dedo en la llaga e insta a la clase política a que se abra un debate sin cobardías en la que una vez por todas se ponga sobre la mesa que las realidades de nuestra economía son las que son y las que han hecho posible el crecimiento del bienestar en Gran Canaria ha sido el binomio turismo/construcción, y, por tanto, si este dúo es el único que puede sacar a Gran Canaria del atolladero, ha llegado el momento de ponerle alfombra real y abrirle todos los caminos -“derribar las leyes que frenan la construcción turística”, como dice don Jerónimo- que puedan permitir que su pulso vuelva a latir y haga renacer la esperanza para esos 330.000 parados que no dejan de mirar a sus gobernantes en la esperanza de que dicten las resoluciones que limpien el panorama económico de burocracia y de leyes obstruccionistas e innecesarias a que haya lugar para que los emprendedores, los empresarios, puedan asumir riesgos sin saltos en el vacío en la creación de empresas que den solución a sus problemas de falta de puestos de trabajo.
Por otra parte, y siguiendo con lo acertado de las exigencias de Saavedra sobre el derribo de obstáculos para que nuestra economía crezca, debo mencionar que la congelación del crecimiento de nuestra oferta turística no sólo ha significado un tremendo drama a todas las familias que ven a sus miembros en las listas del paro, algunas con todos ellos en lista, sino que hay que sumarle otro hecho que ya tiene consecuencias demoledoras para nuestra industria turística: LA MERMA DE NUESTRA COMPETITIVIDAD EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES. Gran Canaria ha visto su crecimiento de camas turísticas en hoteles de 4 y 5 estrellas reducido a la nada a consecuencias de las sucesivas moratorias al crecimiento turístico de nuestros sucesivos Gobiernos canarios y en la actualidad ha sido totalmente desbancada en su oferta de calidad por destinos turísticos competidores nuestros, como pueden ser Turquía, Egipto, el Norte de África y también en nuestras propias Islas como Tenerife, por ejemplo. Hemos estado parados viéndolas venir y ‘sacralizando’ el suelo ajeno y nos han adelantado por todas partes en competitividad y calidad de la oferta. Nuestra oferta de calidad se ha quedado reducida a muy escasas camas para poder competir con éxito con lo que en los últimos años ha entrado en el mercado.
Por tanto, don Jerónimo, sin ser de la rama del turismo, ha ejercido lo suficientes años en puestos del más alto nivel para saber muy bien que los 330.000 parados de Canarias no tienen ninguna salida si se sigue con la fijación política de ‘sacralización’ del suelo ajeno, la única ‘materia prima’ que hoy puede crear actividad económica en Canarias. Por supuesto que don Jerónimo también es consciente, sin ser hotelero, repito, que cuando un periódico local dice que “LOS NUEVOS MERCADOS PIDEN MÁS CAMAS DE CINCO ESTRELLAS”, como decía ayer a toda página el diario de papel CANARIAS7, es que Gran Canaria ha perdido el tren en la construcción de camas hoteleras de calidad que le permitiera absorber y fidelizar el gran flujo de clientes que buscan un destino alternativo al Medio Oriente y al Norte de África. Saavedra no es hotelero pero sabe muy bien que es una locura el limitar el crecimiento económico con medidas artificiales y de pura demencia el forzar el crecimiento cero, sobre todo cuando se está inmerso en un proceso de crisis mundial, como ha hecho Canarias en el 2009 con la Ley de Medidas Urgentes.
CONCLUSIÓN:
No hace falta mencionar que apoyo totalmente el postulado de don Jerónimo de quitar obstáculos a nuestro crecimiento turístico por la simple razón que es una postura que he mantenido mucho antes de que se aprobara la Ley de Las Directrices o Moratoria Turística por nuestro Parlamento en el 2003. De forma repetitiva he publicado comentarios en la línea de que el sector turístico canario, especialmente el grancanario, debe entrar de una vez por todas en la línea de sosiego donde impere la ley de la oferta y la demanda y se aleje definitivamente del permanente intervencionismo en su desarrollo que ha sido, en la mayoría de los casos, la razón básica de nuestros desequilibrios de mercado; además, el posicionamiento político de pretender satisfacer la demanda del mercado de cuatro y cinco estrellas con una oferta de camas extrahoteleras rehabilitadas es una quimera más propia de cuentos de hadas que de realidad de mercado. Las camas extrahoteleras existentes en Gran Canaria, la inmensa mayoría, ya tuvo su época y esa época ya pasó. Hoy sólo le queda la salida de orientar su comercialización hacia el turismo de salud, siempre que mejoras propias y de las infraestructuras de sus entornos lo hagan viable; de lo contrario seguirá extendiéndose la ‘marea’ del uso residencial por toda la zona turística antigua. Por consiguiente, un rotundo sí al “DERRIBO DE LAS LEYES QUE FRENAN LA CONSTRUCCIÓN TURÍSTICA”, como postula Jerónimo Saavedra.
Las Palmas de Gran Canaria, 7 de octubre de 2011.
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